cachitos de pensamientos inconclusos (como siempre)

Siento que debería decir mil cosas y no las digo. Por cobardía, por angustia, por ira, por motivos varios que en fondo (eso yo bien lo sé) son excusas patéticas para quedarse callada. ¿A qué precio el silencio? No lo sé y nunca lo supe. Quizás más adelante entienda lo que costó. Y lo que cuesta, porque somos animales de costumbres. 
Me miro al espejo y no soy yo. Quisiera gritarme "¡esa no sos vos! ¡volvé a lo que eras antes, hipócrita!" Pero no hay caso. Las palabras no quieren salir. Otra vez el puto silencio, y las ganas contenidas de decir y hacer. Todo parece cambiar a mi alrededor, y yo también cambio, quizás por inercia. El cambio, como algo inevitable, el orden natural de las cosas. El Cambio, con mayúsculas, para darle importancia.