Se derrite tu rostro como un helado al sol.
Tus manos son garras ¡cuidado que arañan!
Eres una medusa contemporánea
con ojos tornasol y boca cuadrada.
No te permito pasar, no;
aquí es la belleza la reina verdadera.
¿Quién querría a una bestia tan fea?
Sin forma, grisácea, excéntrica.
Puedes irte muy lejos, lejos, lejos
y buscar un lugar que te acepte.
Tienes virtudes, pero estás defectuosa
con tus ojos, tu nariz y tu boca
y tu voz poco armoniosa.
Dile adiós a tus padres,
dile adiós a tu casa, a tu hogar.
Ya no eres bienvenida.
Adiós, chao, au revoir.
Las (des)ventajas de ser visible
Eran las once y media de la noche y Charlie se había recostado en su cama. El dolor de cabeza le aturdía terriblemente. Pensó en lo que le esperaba de ahora en adelante. Pensó en Patrick, en Sam, en Mary Elizabeth, que se habían marchado a cumplir sus sueños universitarios. Incluso pensó en Michael. Sobretodo en Michael, que dormía profundamente y no tenía intención de despertar de esa pesadilla cruel. De vez en cuando se le aparecía el rostro de su tía Helen, aunque menos confuso y definitivamente menos temible. Muchas cosas parecían estar en su lugar. Pero otras no estaban tan claras. Charlie estaba confundido y angustiado, y deseó con todas sus fuerzas atribuir esa angustia a un día agotador y estresante, aunque bien sabía que no era así. Reprimía sus sentimientos, como siempre lo hacía; había algo que no quería reconocer.
Volvía a estar solo. Eso sucedía.
Todos se iban, todos lo abandonaban, y ese parecía ser el orden natural de las cosas. Como un ciclo, se repetían, con alguna que otra variable. Se sentía infinitamente miserable, y mientras observaba el cielo raso con aire distraído los recuerdos del año anterior se le sucedían delante de los ojos. Otra vez Michael. Extrañaba a Michael. Y a Patrick. Y a Sam.
Se levantó y tomó el cuaderno que tenía sobre el escritorio. El lápiz se deslizaba lentamente por el papel. Querido amigo, escribió, desearía no ser visible.
Pisar las mismas baldosas
abrir la misma puerta
despertar en la misma habitación
de ayer
de hoy
de siempre
me exilio en esos lugares familiares
y a la vez novedosos
porque en ellos encuentro
que mi lugar no existe
que mi cuerpo no es mi cuerpo
y que mis cosas no son mis cosas.
Y siento que debería correr y alejarme
buscar un espejo que refleje mi rostro
mas ¿adónde ir, cuando los mapas
confunden el norte con el sur,
el sol sale de noche
y la lluvia cae hacia arriba?
No sé quién soy.
No sé dónde estoy.
Sólo sé que la secuencia se repite
como un círculo vicioso
que nunca muere y siempre nace,
y que intento caminar con zapatillas
que quedaron pequeñas hace rato
abrir la misma puerta
despertar en la misma habitación
de ayer
de hoy
de siempre
me exilio en esos lugares familiares
y a la vez novedosos
porque en ellos encuentro
que mi lugar no existe
que mi cuerpo no es mi cuerpo
y que mis cosas no son mis cosas.
Y siento que debería correr y alejarme
buscar un espejo que refleje mi rostro
mas ¿adónde ir, cuando los mapas
confunden el norte con el sur,
el sol sale de noche
y la lluvia cae hacia arriba?
No sé quién soy.
No sé dónde estoy.
Sólo sé que la secuencia se repite
como un círculo vicioso
que nunca muere y siempre nace,
y que intento caminar con zapatillas
que quedaron pequeñas hace rato
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