¿Dónde estás?, pensaba, mientras corría por la avenida. Resultaba curioso que en esa tarde en particular Cabildo no fuera Cabildo; o sí, pero distorsionada. Miró hacia arriba y se había hecho de noche de golpe.
¿Dónde estás? Sintió frío en los pies, y vio que caminaba descalza. La visión de sus pies desnudos le provocó un fuerte dolor de cabeza que la trastornó; agilizó el paso, hasta alcanzar niveles de velocidad inverosímiles. Las cuadras se ensanchaban y se contraían y el tiempo no transcurría. Las luces la cegaban.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?