— ¿Qué es la muerte? —continuó mi madre
con una alegría inquietante—. ¿Qué es estar muerto? Bueno, en primer
lugar, ¿qué es una persona? Un gran porcentaje de agua. Agua corriente. No hay
nada tan extraordinario en una persona. Carbono. Los elementos más simples.
¿Qué es lo que dicen? ¿Que todos juntos valen noventa y ocho centavos de dólar?
Eso es todo. Lo extraordinario es cómo se juntan. Por el modo en que se juntan
tenemos el corazón y los pulmones. Tenemos el hígado. El páncreas. El estómago.
El cerebro. Todas esas partes, ¿qué son? ¡Combinaciones de elementos!
Combínalos, combina las combinaciones, y tendrás una persona. Lo llamaremos
tío Craig, tu padre, o yo, pero solo son combinaciones de lo mismo, unos mismos
elementos reunidos y funcionando de una forma particular, por un tiempo. Lo
que ocurre es que, llegado el momento, una de las partes se para, se estropea.
En el caso de tío Craig, el corazón. Pero eso es solo una forma de
mirarlo. Es la forma humana de mirarlo. Si no estuviéramos pensando
siempre desde el punto de vista de las personas, si estuviéramos pensando
en la naturaleza, en la naturaleza que no se acaba nunca, en las partes de
ella que mueren, bueno, no mueren sino que cambian, cambiar es el verbo
adecuado, cambian y se convierten en otra cosa, todos esos elementos que
componen a la persona cambian y vuelven de nuevo a la naturaleza, donde
reaparecen una y otra vez en los pájaros, los animales y las flores... ¡tío
Craig no tiene que ser tío Craig! ¡Tío Craig son flores!
Extracto de La vida de las mujeres, de Alice Munro