Enseguida sintió una migraña muy intensa. Los músculos se tensaron hasta el punto de dolerle. Inhalaba y exhalaba con violencia; el pecho subía y bajaba entre espasmos. Le temblaban un poco las manos y las piernas. Tenía la cara húmeda y los ojos hinchados, y el maquillaje algo corrido. Una mueca deforme de tristeza se asomaba en su boca, mientras la angustia y los malos recuerdos parecían aflorar después de tantos años guardados, habiéndola envenenado hasta convertirla en un ser vulnerable e infeliz.
Dio un gran respiro; las lágrimas cesaron. Volvió a respirar, más aliviada. La peor parte había terminado.