las horas transcurren
lentamente
se suceden infinitamente
invisibles, como el aire
como el viento
y se esconden en las flores
en un árbol
un cuaderno
una lágrima de amor
un abrazo de consuelo
en un beso de enamorados,
la corriente de un riachuelo;
en la risa de un niño contento
o en recuerdos olvidados


Enseguida sintió una migraña muy intensa. Los músculos se tensaron hasta el punto de dolerle. Inhalaba y exhalaba con violencia; el pecho subía y bajaba entre espasmos. Le temblaban un poco las manos y las piernas. Tenía la cara húmeda y los ojos hinchados, y el maquillaje algo corrido. Una mueca deforme de tristeza se asomaba en su boca, mientras la angustia y los malos recuerdos parecían aflorar después de tantos años guardados, habiéndola envenenado hasta convertirla en un ser vulnerable e infeliz.
 Dio un gran respiro; las lágrimas cesaron. Volvió a respirar, más aliviada. La peor parte había terminado.

Remain Nameless- Florence + the Machine
quéputos

surreal

No lograba recordar absolutamente nada de la noche anterior. Tal vez se había quedado un par de horas más en lo de Jazmín, o quizás había vuelto a su casa temprano. ¿Había tomado de más? ¿El 93 había tardado en venir? ¿Hacía frío? Cuanto más lo pensaba, peor se sentía. Estaba haciendo un enorme esfuerzo mental por recordar algo, alguna frase, movimiento, algún chiste malo o una canción pop, de esas que se escuchan más por pura estupidez que por placer. Pero tenía un vacío en la cabeza, y no podía distinguir de lo que lo que realmente había ocurrido y lo que creía que había ocurrido. Cansado, terminó de vestirse y fue a prepararse un café bien cargado. Quizás así recuerde algo, pensó. Miró el reloj de la cocina y vio que estaba algo atrasado, así que apuró el vaso y salió como estaba, con la mochila a cuestas y una galletita a medio comer.
No había demasiada gente en la estación de subte. De hecho, cuando subió al vagón comprobó que ese día en particular parecían viajar muy pocas personas. Se sentó y sacó sus apuntes sobre literatura española. A medida que avanzaba con la lectura, vio cómo las letras danzaban sobre el papel al compás de una música que quién sabe de dónde venía. De repente sintió que su mente estaba muy lejos de allí, como si se hubiera separado de su cuerpo. Rodeado como por una neblina de ensueño, se bajó en la próxima estación, y una vez que se encontró en la avenida tuvo una horrible sensación de amnesia, porque no recordaba en lo absoluto cómo había llegado allí. Tampoco sabía muy bien dónde se encontraba ni qué colectivo debía tomarse para llegar a la facultad. Comenzó a caminar y sintió que los pies le pesaban mucho. Estaba sumido en un sopor que lo aturdía y lo embotaba. Se dio cuenta de que estaba yendo en círculos cuando advirtió que había pasado por el mismo local unas tres veces. Alterado, decidió pedirle ayuda a una chica que pasaba por allí y que por alguna razón le resultaba conocida. La mujer pareció sorprenderse.
- Alejo, ¿es un chiste? Soy Jazmín, ¿cómo no te acordás de mí?
La miró extrañado por unos segundos, y de pronto el rostro de Jazmín estaba deformado, como una caricatura grotesca. Comenzó a correr asustado mientras ella le gritaba algo que sonó como un alarido. Las cuadras parecían dolorosamente largas. Se detuvo a tomar aire. Le palpitaban las sienes y se sentía más aturdido que nunca. Sus piernas se aflojaron y se desvaneció. La cabeza golpeó en seco contra el pavimento y en ese mismo instante abrió los ojos, para sentir la luz del sol que se filtraba por la ventana de su cuarto.



Mi idealismo había llegado a niveles tan altos, que cuando tuve que crecer y enfrentar la realidad, ésta se había deformado atrozmente, como en una pesadilla de esas que parecen no tener fin. Tenía la sensación de haber estado soñando todo este tiempo, y que había abierto los ojos de repente. Por fin entendí aquella frase que rezaba: "el león no es como lo pintan". Aunque pensándolo bien, sería al revés, porque súbitamente todo se tornó mucho más oscuro y lúgubre, rodeado por un aura de malignidad. Me sentí idiota por ser tan ingenua durante tanto tiempo. Aquello que consideraba hermoso me parecía ahora casi irónico, con significados ocultos. Lo horrible se volvió mucho peor. Los días estaban siempre nublados y las horas se hacían infinitas. Los objetos se tiñeron en una escala de gris deprimente. Me sentía sin fuerzas para hacer absolutamente nada. Mi estado de ánimo andaba por el piso, y tenía malas formas para con los demás. Me volví cínica y desconfiada.
Con el tiempo entristecí, y me marchité por dentro, lenta y dolorosamente, hasta que un día me di cuenta de que me había puesto gris, como lo que me rodeaba. Tal vez me había mimetizado con el entorno, tal vez simplemente así sucedía naturalmente. Aprendí a vivir con mi nueva condición, con esa muerte en vida que parecía empeorar a medida que envejecía.